EL SEIS DOBLE
Miércoles, 13 de julio de 2011
Apenas conocía a Ferran Boscà, tan sólo unos cortos cambios de impresiones en algunas de sus exposiciones han sido el único trato hasta hoy.
La presentación, el pasado mes de diciembre, del libro de Bernat Montagud “Cuentos de la Isla”, del que Boscà es el ilustrador, y la exposición de las acuarelas originales que escoltaron a los personajes y lugares de la joya literaria de Montagud han sido suficiente motivo para conocer más a fondo a este artista de Alzira.
Estar en el estudio de un pintor es como adentrarse en su mundo real, en el ‘horno’ donde se cuece su creación, en su verdad… de ahí ese misterio intangible que se siente y se respira mezclado con olor a pintura, carboncillo, aguarrás, pigmentos… Su espacio, repleto pero ordenado para ser el hábitat de un artista, lo engalana un buen número de láminas, cuadros, libros, pinceles, caballetes …
He querido romper en este caso la dinámica habitual pregunta – respuesta de una entrevista; para ello, invité al doctor en arte, historiador y escritor alzireño Bernat Montagud para que volviera a formar un tándem artístico con Ferran Boscà. Sugerí una charla y aquí está el resultado.
B.M. En abril, en una exposición en la Casa de la Cultura, te reencontraste con tus ilustraciones del libro “Cuentos de la isla” que formarán parte de la Sala de los Muchachos de la futura Biblioteca Municipal. ¿Qué sensación te ha quedado de ese encuentro?
F.B. La sensación fue grata, porque hacía tiempo que no veía las ilustraciones. Creo que el montaje fue el adecuado; al estar enmarcadas en colores oscuros la ilustración transmitía un misterio. Yo ya manifesté que el libro no había quedado con la calidad que yo quería, pero en la exposición tuve la satisfacción de volverlas a ver, ya que las ilustraciones no engañaban, eran lo que eran.
B.M. Ha sido un trabajo muy elaborado. ¿Cuánto tiempo has empleado?
F.B. No sabría calcularlo con exactitud. Han sido tres años de dedicación más o menos intensa, pero ha habido un año completo en el que abandoné la pintura y cualquier otra actividad ajena a lo que eran mis clases para dedicarme exclusivamente al libro.
Estudió Bellas Artes en la antigua universidad de San Carlos, en un ambiente mágico y, después, cuando obtuvo su plaza de profesor ejerció en una zona muy fascinante para los pintores como es Galicia.
B.M. ¿Qué lecturas, referentes o formación has tenido para que tu pintura realista, en una vertiente moderna, sea uno de los caminos o ejes axiales que caracterizan tu obra?
F.B. Es complejo responder a eso. Recuerdo en mi niñez a Consuelo Aranda, profesora ya fallecida, que sabía que me gustaba mucho la pintura. Me llevó al cine y vi una película sobre la vida de Miguel Ángel, interpretada por Charlton Heston, El tormento y el éxtasis, y me impactó. Miguel Ángel iba por las montañas, veía las nubes y éstas le inducían a pensar cosas…
Yo la pintura y las imágenes las continúo viendo desde mi educación católica. Cuando éramos pequeños veíamos las imágenes de los santos en los cuadros; esas imágenes que quieren decir algo, que simbolizan, que tienen una cierta magia. Después, leyendo a Ramón Gaya, coincido con él en que “la pintura es una presencia” y eso mismo se ha ido confirmando en mí.
Mi enlace con la pintura viene de antiguo y con un punto de vista bastante tradicional, pero desde una perspectiva que me lleva a pensar que en todo ello hay un contenido; no me basta toda esa pintura moderna en la que es todo superficial, en la que hay un juego de color…
“El sentimiento te lleva a la sensibilidad”
B.M. Antonio López está realizando en la actualidad una exposición antológica en el museo Thyssen de Madrid. ¿Qué suponen para ti los pintores tan sólidos y vilipendiados en un momento en que parece que todo sea la no figuración?
F.B. Antonio López transmite es oficio y amor por el arte; es un pintor realista, pero es mucho más que realista, hay todo un mundo ahí y una pasión. Es uno de los grandes pintores españoles, a pesar de que a muchos pintores modernos parece que les moleste y les resulte incómodo. Habría que preguntarse por qué.
B.M. Sentimiento, sensibilidad… ¿qué te dicen estas sensaciones?
F.B. El sentimiento te lleva a la sensibilidad. Por ejemplo, recuerdo la anécdota de niños visitando la exposición de “Cuentos de la isla” y sus impresiones de preocupación en una ilustración que, posiblemente, fuera la que más les llamara la atención, una secuencia en la que San Vicente Ferrer está en una iglesia predicando rodeado de monstruos. Ese tipo de ilustraciones sintetiza un poso cultural y todo el proceso de investigación que uno ha llevado todo el tiempo que ha durado el trabajo.
El momento derivó a charlar de esos pintores relacionados con la ruina, soledad, incomprensión… aspectos que implicaron a una indiferencia en vida y a un reconocimiento posterior, fruto a veces del mérito propio y otras de la especulación. Salió a relucir la angustia que demostró Van Gogh en esas ‘Cartas a Theo’; la ruinosa ‘Ronda nocturna’, que supuso su ruina y que es todo pasión; Caravaggio…
Para Ferran Boscà, “Van Gogh es el caso de un pintor que sin grandes aptitudes iniciales, por pura pasión y por pura necesidad, hace una obra muy intuitiva, pero que llega a unos niveles impresionantes y es una lección, como pasa con Cezanne y con otros artistas. Van Gogh, en cierta manera, es ya intemporal”.
B.M. En tu obra, lo oriental tiene un poso muy grande. ¿Cuándo descubres ese mundo oriental y qué supone?
F.B. La estampa japonesa tiene una historia muy curiosa, porque cuando se habla de Hokusai o de Hiroshige como pintores de ese periodo, no son los pintores notables de su época, sino que son vendedores de estampas, son ilustradores. Yo, desde el principio, creo que en la pintura hay momentos en los que hay verdaderos hallazgos. Pronto descubrí esa simplicidad, esa perspectiva, digamos primitiva, esa capacidad de expresarse y la imaginación que tienen los japoneses. Siempre me ha fascinado con qué pocos elementos, de qué forma tan rudimentaria y tan escueta expresan tanto; en contraposición, a lo mejor, con un arte barroco que son cuadros muy ornamentales, de una gran riqueza técnica pero que, al final, no sabes lo que te están diciendo; se pierden en la ornamentación.
Hokusai te dibuja un fantasma o una mujer que se levanta por la noche a beber un vaso de agua, un gato al lado de una persiana… y ¡es tan simple!, pero, al mismo tiempo, tan expresivo y te dice tanto…
A los japoneses los descubrí a través de la ilustración española de Penagos y de otras mucha ilustraciones que habían en mi casa, como los libros de los cuentos de Calleja… Esa colección de ilustraciones las miraba y las volvía a mirar…
Los japoneses son la línea en contraposición a la atmósfera, en contraposición al mundo de la perspectiva cónica. El dibujo es una abstracción y ese hallazgo de la línea y ese trabajo no es una realidad, sino una transcripción de la realidad muy adecuada.
“Esa imagen de la mariscadora que se humilla,que se agacha a trabajar,para mí era una metáfora del pintor”
B.M. Fuiste profesor en Galicia, un entorno mágico con esas brumas, esos recolectores de mariscos…
F.B. Aquella atmósfera y luz tan diferente a la que estaba acostumbrado me daba una sensación de libertad tremenda. En aquella época triunfaba Barceló y muchos pintores jóvenes veíamos que esa pintura podía ir hacia adelante. En ese momento, la pintura de Barceló me interesa, era una pintura que seguía los parámetros de la realidad, pero más expresionista, más sucia, con cosas pegadas y esa inquietud juvenil, a mis 25 años, en la que te das cuenta que puedes coger un papel que está roto, regenerarlo y pintar sobre él, siguiendo un poco su estela, es lo más notable de esa época que viví.
Yo siempre intento ver las cosas con profundidad, es un defecto; no me gusta la modernidad, no podemos ver las playas colmatadas de cemento y no podemos ver a través de ese prisma. Esa realidad se nos escapa porque es fea, está adulterada, corrupta… Sin embargo, allí en Galicia todavía veías playas salvajes o a mariscadoras bajo una lluvia trabajando. Esa imagen de la mariscadora que se humilla, que se agacha a trabajar, para mí era una metáfora del pintor, que también se humilla, que también está solo en el trabajo, que también está solo en medio de la naturaleza… Es una imagen tan poética que, después de muchos años, en ocasiones, aún me veo dibujando esas escenas.
B.M. De Galicia a tu tierra. Se produce un antes y un después a partir de ese regreso. Cambian las circunstancias, la luz, comienzas a ser reconocido por tus amigos y la gente de Alzira y también, al mismo tiempo, inicias una serie de libros ilustrados, ¿qué diferencia sustancial existe cuando te sitúas delante de un caballete o te sitúas delante de un pupitre?
F.B. Curiosamente, cada vez menos. Yo la ilustración la había apartado porque en la pintura me veía cada vez más libre. Siempre he pensado que la pintura era más que la ilustración y que yo quería ser más un pintor que ilustrador a pesar de que, desde el principio, muchos amigos y gente me decían que me veían más en el aspecto ilustrativo. Como me iban encargando libros me tenía que poner y me tenía que poner lo mejor posible. Ahora, después de ilustrar tantos libros estoy muy agradecido. No sé qué influencia ha tenido una cosa en la otra; si eso me ha atado más a la figuración o menos, pero ver todo ese bagaje y ver toda esa práctica de la ilustración ha hecho que me vea más capaz de ilustrar. Cada vez distingo menos un trabajo del otro, porque cada vez la pintura la veo menos suelta, menos improvisada y más en función de una idea y eso es como la ilustración.
“Empiezo a reivindicar cosas, a decir lo que pienso y a incomodar un poquito”
Ferran Boscà, en la actualidad, está en una línea de ilustración tradicional, maduro como artista; cada vez menos interesado en que en la ilustración aparezcan guiños posmodernos y más preocupado en transmitir la idea que aspectos decorativos o de diseño.
B.M. Tuvimos la oportunidad hace unos meses de visitar juntos en el MuVim una exposición de Calatayud. Coincidió con una muestra colectiva en la que había muchos trabajos hechos con ordenador. Recuerdo que me comentaste “si ahora cerramos los ojos y vemos que cuadro nos llama la atención y pensar que cuadro recordamos, posiblemente, sería incapaz de hablar de una ilustración y, sin embargo, de Calatayud yo recuerdo que había algunas ilustraciones increíbles y de tramas”. Exactamente estás reivindicando una pintura con oficio, una ilustración con oficio, una intemporalidad que al fin y al cabo es lo que da la trascendencia por no buscar la coyuntura fácil. Exactamente, ¿en qué momento artístico te encuentras ahora?
F.B. En un momento de perplejidad. Empiezo a reivindicar cosas, a decir lo que pienso y a incomodar un poquito. Intento trabajar buscando siempre la calidad pero hay muchas cosas de las que hago con las que no estoy satisfecho. En el mundo actual, la manera en la que se está educando o se están llevando las cosas son aspectos que no me gustan y quiero decirlo, dar otro punto de vista.
En el MuVim había mucha calidad y que se hagan cosas con ordenador me parece tan válido como que se haga con plumilla. Es una ilustración con mucha calidad y mucha superficie, con unos planos y unas soluciones técnicas interesantes, más para el especialista que para el novato, pero cuando te vas de allí se te ha olvidado. Me preocupa ver en la ilustración más diseño que arte, porque el arte no es eso que cuelgas en una pared; el arte nos emociona, nos ayuda a ser, a cambiar de vida…
Ferran Boscà es un enamorado de Degás en el que aprecia que el dibujo es lo esencial. Para el artista alzireño, el color aporta profundidad, pero si el dibujo no es correcto, la obra no estará construida.
B.M. ¿Cuánto hay de sentimiento y cuánto de técnica en tu obra?
F.B. Me gusta valorar la técnica y la inspiración como una misma cosa. Cuando se domina la técnica, la inspiración es el vehículo y ese dominio es lo que, de alguna forma, tienes que trabajar.
La pintura nos ha acompañado desde el Paleolítico; aquellos artistas primitivos pintaban un bisonte y eran técnicos y precisos al máximo para expresar lo que sentían. Eso cíclicamente sigue volviendo y la pintura tiene su momento; llegaremos a una época en la que aprenderemos a evaluar la pintura igual que valoramos la música clásica o cosas que tienen un valor. Y si no llegamos a ese momento me veo en una civilización muy triste donde las expectativas espirituales e imaginativas del ser humano serán cada vez más bajas, más rudimentarias…
B.M. Has hablado de Degás, de las pinturas paleolíticas, creo que son mágicas porque transmiten un sentimiento de vida y tenían detrás un trasfondo. Como dice Sabina, ha sido, una vez más, un gusto. Muchas gracias Ferran.
Bernat Montagud
Ramón Alfil
Video realizado por Maik Reez
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